La solidaridad, no la que se decreta desde los escritorios, sino la que nace en el pecho de los que no pueden quedarse quietos mientras otro sufre.
Santa Marta vivió hace unos días una de sus peores emergencias por lluvias en años. Más de 60 barrios terminaron bajo el agua; casas anegadas, electrodomésticos perdidos, colchones flotando y calles que se transformaron en ríos turbulentos. Pero con el desastre, también emergió algo más poderoso: la voluntad de ayudar.
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Desde la misma noche de la primera tormenta, Felipe Bautista, un joven emprendedor conocido por su negocio de comida “Don Pipe Chicharrón”, no esperó a que las autoridades lo llamaran. Se subió a su carro, lo llenó de alimentos, y se fue a buscar a los damnificados. Esa noche no durmió, y desde entonces no ha parado.
Jóvenes que antes creaban contenido para redes, hoy cargan bolsas de mercado, reparten sábanas, recorren callejones de barro.
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